INTRODUCCIÓN
Filosofía de
la mente es una rama de la filosofía que estudia la naturaleza de los mentales,
los acontecimientos mentales, las funciones mentales, las propiedades mentales,
la conciencia y su relación con el cuerpo físico, especialmente el cerebro. El
problema mente-cuerpo, es decir, la relación de la mente con el cuerpo, es
comúnmente visto como un tema clave en la filosofía de la mente, aunque hay
otras cuestiones relativas a la naturaleza de la mente que no tienen que ver
con su relación con el cuerpo físico, tales como la forma en la conciencia de
que es posible
se ocupa de la naturaleza de los estados mentales, de sus efectos y sus causas. La cuestión del comportamiento de los estados mentales
y físicos ocupa aquí un lugar central. Además de las cuestiones ontológicas acerca de la naturaleza de los estados mentales, la
filosofía de la mente estudia cuestiones epistemológicas en torno a la cognoscibilidad de la mente.
Argumentos en favor del dualismo
¿Se basa el
dualismo únicamente en el abismo intuitivo entre lo
mental y lo material? ¿O existen argumentos concretos en favor del dualismo? El
argumento más conocido es el desarrollado por René Descartes en las
Meditaciones. En resumen, es el siguiente: Puedo imaginarme clara y
distintamente que el espíritu exista sin la materia. Lo que uno puede imaginar
clara y distintamente es al menos, por principio, posible. Así, pues,
es al menos posible que el espíritu exista sin la materia. Si es posible que el
espíritu exista sin la materia, espíritu y materia han de ser entidades
diferentes. Puesto que espíritu y materia han de ser entidades diferentes, en
consecuencia el dualismo es cierto.
Los argumentos
en favor del dualismo son básicamente de carácter epistemológico, aunque el
dualismo encuentre también acogida por motivos morales o religiosos; en
realidad, muchos ataques al dualismo pudieran estar inspirados más en esta
clase de motivos que en los primeros.
El primer
apoyo intuitivo al dualismo proviene del hecho de que tengamos alguna clase de
acceso privilegiado a nuestra propia conciencia; así, por ejemplo, si por
potente que fuese la tecnología empleada (estamos imaginando un experimento
mental) no se pudiese conocer lo que pensamos cuando se examinase a fondo
nuestro cerebro, habría que concluir que lo que llamamos nuestra conciencia no
se encuentra enteramente en el mundo físico, por mucho que guarde obvias
relaciones con él. El hecho de que podamos sentir un dolor, por ejemplo, sin que
haya muestras físicas evidentes de ello, o el que podamos mentir, son ejemplos
muy comunes de esa cualidad, ejemplos que impresionaban grandemente a un
filósofo tan poco propicio al dualismo como Bertrand Russell. El argumento
cartesiano que concluye con el "cogito, sum" se apoya en esta clase
de razones, aunque culmina con una forma lógica en la que influye también una
consideración de distinto tipo, a saber: el hecho de que si he de atender a mis
razones he de ser un sujeto independiente de toda influencia externa para tener
alguna credibilidad. Epicuro formuló de manera impresionante y concisa esta forma de
argumentar: "El que dice que todo acontece por necesidad nada puede
objetar al que niega que todo acontece por necesidad, pues esto mismo afirma
que acontece por necesidad" (Exhortaciones de Epicuro, Gnomologio
Vaticano, 40).
Los filósofos
espiritualistas, especialmente Berkeley y Bergson han subrayado
la importancia de esa clase de apoyos intuitivos para relativizar la
importancia de la noción de materia. Entre los pensadores recientes, el físico
Erwin Schrödinger ha insistido en la importancia de esta clase de cuestiones
para relativizar la pretendida prioridad ontológica de la materia sobre la
conciencia.
Otros dualismos.
Existen
también otras formas de dualismo, entre las que mencionaremos las cuatro más
importantes.
1) Paralelismo psicofísico: El paralelismo fue desarrollado por Gottfried Wilhelm Leibniz. Las tesis centrales son:
- Espíritu
y materia son dos sustancias diferentes.
- Dichas
sustancias no interactúan entre sí.
- Sino que actúan
en paralelo, pero de modo sincronizado.
De este modo
se superarían los problemas del dualismo interaccionista, pues ya no habría que
buscar un lugar en el cerebro donde se produjera la interacción. Sin embargo,
este planteamiento arroja nuevas preguntas. Si quiero ir al frigorífico
(proceso mental), normalmente voy al frigorífico (proceso físico). ¿Cómo puede
ser que entre mente y materia no se produzcan efectos recíprocos? El
paralelismo responde a esto que los sucesos mentales y materiales corren de
forma paralela, al igual que relojes sincronizados. Intuitivamente, parecería
una casualidad increíble que en todos los seres que experimentan fenómenos
mentales la maquinaria física corriera exactamente de forma paralela a dichos
fenómenos, pero Leibniz atribuyó la razón de ese paralelismo a la acción de
Dios.
El
ocasionalismo ha sido
defendido, entre otros, por Nicolas Malebranche. La idea es la siguiente: cuando quiero hacer algo se
está produciendo un suceso inmaterial en mi espíritu. Dios conoce ese hecho y
hace que el cuerpo se ponga en movimiento.
El
epifenomenalismo entiende la
conexión entre mente y materia como una relación de un solo sentido: la materia
actúa sobre la mente inmaterial, pero no a la inversa. Sin embargo, el
epifenomenalismo plantea problemas similares a los del dualismo
interaccionista. ¿En qué lugar se produce el efecto sobre la mente? ¿Cómo se
produce dicho efecto? Todavía hoy hay defensores del epifenomenalismo. Uno de
ellos era, hasta hace poco, Frank Jackson.
El dualismo de propiedades ha experimentado un renacimiento en los últimos años
debido a un libro de David Chalmers. El dualismo de propiedades puede incluirse entre los
dualismos sólo con ciertas reservas. Al contrario que los demás, con respecto a
la sustancia es un monismo; es incluso compatible con la tesis de que todo se
compone de pequeñas partículas físicas. Sostiene, no obstante, que hay
propiedades no materiales. Chalmers califica a la propiedad de "ser
experimentado de determinada manera" (los qualia) de propiedad
no material. Sus reflexiones se apoyan en el concepto de superveniencia y en la
lógica de las explicaciones reductivas.
El monismo, en contraposición al dualismo, afirma que sólo hay una substancia. Hoy en
día casi todos los monismos son materialistas. Así, pues, afirman que la única
substancia existente es la materia. No obstante, son posibles otras
formulaciones: podría también afirmarse que no hay materia, sino sólo espíritu.
Tal monismo idealista tiene pocos defensores en la actualidad. Una tercera
posibilidad consiste en suponer una substancia que no es ni materia ni
espíritu. Lo mental y lo físico serían propiedades de esa única substancia. Esta
posición fue defendida por Baruch Spinoza y
popularizada por Ernst Haeckel en el siglo XIX. Este monismo se asemeja al dualismo de
propiedades (V. más arriba). En lo que sigue nos ocuparemos únicamente de los
monismos materialistas clásicos.
El conductismo ha sido la corriente dominante en la filosofía de la
mente durante la primera mitad del siglo XX. En la psicología surgió como
reacción al problema de la introspección: cuando
mediante la introspección alguien habla de su mundo mental interior, no hay
manera (o no la había entonces) de comprobar la veracidad de sus declaraciones.
Pero sin posibilidad de verificación, dicen los conductistas, no hay ciencia posible.
¿Cuál es la solución para la psicología? Debería renunciar a ocuparse de la
vida íntima mental y la introspección y, en vez de eso, concentrarse en el comportamiento observable.
Paralelamente
a estos desarrollos de la psicología fue surgiendo un conductismo filosófico.
Este se caracteriza por un verificacionismo que considera
carentes de sentido las declaraciones sobre la vida íntima mental que no pueden
ser comprobadas. Sin embargo, ¿qué son los estados mentales si no conforman una
vida íntima mental de la que se pueda dar cuenta mediante la introspección? Los
conductistas responden: los estados mentales son descripciones de la conducta o
disposiciones.
El conductismo filosófico ha sufrido una decaída desde la última mitad del siglo
veinte, coincidiendo con el ascenso del cognoscitivismo. Los
cognoscitivistas rechazan el conductismo debido a varios problemas que
consideran insostenibles. Por ejemplo, se puede pensar que el conductismo es
contra-intuitivo al afirmar que cuando alguien habla de sus punzantes dolores
de cabeza esté hablando de su conducta.
Teoría de la identidad
La teoría de la identidad,
desarrollada por John Smart y Ullin T. Place, fue la reacción al fracaso del conductismo. Si los
estados mentales son algo material, pero no conducta, habrá que suponer que son
idénticos a los estados físicos internos. De esto se sigue inmediatamente que
un estado mental M no es otra cosa que un estado cerebral C. El estado mental
"deseo de un café" no sería otra cosa que "la activación de
determinadas neuronas de determinadas regiones cerebrales".
Funcionalismo
El funcionalismo fue desarrollado, entre otros por Hilary Putnam, como
reacción a los problemas de la teoría de la identidad. La idea es la siguiente: si los seres con estados
cerebrales diferentes pueden tener el mismo estado mental (con lo que la teoría
de la identidad se revela falsa), ha de existir no obstante algo que los
estados cerebrales tengan en común. La solución de los funcionalistas consiste
en subsumir los distintos estados cerebrales bajo el mismo estado funcional.
Los estados mentales serían entonces estados funcionales.
Pero ¿qué son
los estados funcionales? A menudo se explica utilizando el ejemplo de una sencilla
máquina automática. Imaginemos una máquina expendedora que por cada moneda da
una golosina. La máquina puede describirse por medio de sus diferentes estados.
Ha de haber un estado en el que la máquina expulse la golosina sin pedir más
monedas. Pero ha de haber también estados en los que la máquina pida una moneda
de 50 o 20 céntimos más para expulsar algo. En clave de la teoría de autómatas, la máquina expendedora de golosinas puede describirse
completamente de esta manera, por medio de estados funcionales abstractos. Lo
fundamental del ejemplo está en que la descripción es válida con independencia
de cómo esté hecha la máquina. La analogía es clara: los estados mentales son
estados funcionales independientemente de los estados cerebrales concretos que
los produzcan.
Materialismo no reductivo
Para muchos
filósofos hay dos convicciones que van juntas:
- El
materialismo es cierto, los estados mentales han de ser estados
materiales.
- Todas las
propuestas reductivas concretas son insatisfactorias: los estados mentales
no pueden reducirse a conductas, estados cerebrales o estados funcionales.
Esto nos lleva
a la pregunta de si puede haber un materialismo no reductivo. El monismo anómalo de Donald Davidson es un intento
de formular tal tipo de materialismo.
Esta idea se
formula a menudo con el concepto de superveniencia: los estados
mentales supervienen sobre los estados físicos, pero no son reducibles a ellos.
"Superveniencia" describe ahí una relación de dependencia: lo mental
no puede cambiar sin que haya cambios físicos.
Entre otras
alternativas al monismo reduccionista, también se encuentra el fisicalismo no
reduccionista propuesto por Malcolm Jeeves, profesor de filosofía de la Universidad de St. Andrews
en Escocia, y Warren Brown, profesor de psicología en el Fuller Theological
Seminary en California. Para estos autores, su “fisicalismo” estriba en
sostener que no es necesario postular para el alma o la mente una segunda
entidad metafísica. Para esta postura, el alma o la mente están
fisiológicamente expresadas o encarnadas en nuestra persona, pero no cabe una
explicación exhaustiva de esta en virtud de un análisis exclusivamente
biologicista. Su propuesta se encamina a reconciliar nuestros puntos de vista
sobre cuerpo y alma –mente y cerebro– considerándolos en el conjunto de la
persona. “Nosotros somos almas, no tenemos almas”, señalan como una frase que
pretende resumir acertadamente su pensamiento.
Materialismo eliminativo
Si se es
materialista, se considera que los esfuerzos reductivos han fracasado y que un
materialismo no reductivo es incoherente, puede recurrirse a una última opción
y afirmar: "No hay estados mentales" Pero ¿no es esto completamente absurdo? Los materialistas eliminativos afirman que los estados mentales han sido introducidos
por nuestra psicología popular. Si ahora, con los avances científicos, la psicología
popular se revela falsa, también habremos de acabar con las entidades por ella
postuladas. En este punto, eliminativistas como por ejemplo Patricia y Paul Churchland a menudo
señalan el destino de otras teorías falsas a lo
largo de la historia. Por ejemplo, la brujería se ha mostrado falsa. La
consecuencia es la aceptación de la no existencia de brujas.
La visión del
mundo según la cual todo es materia siguiendo leyes físicas, y en la que el
cerebro es la única realidad existente en los mal denominados "fenómenos
mentales", es criticada usualmente por partidarios de una visión mentalista o dualista, incluyendo
casos de emergentistas que piensan que la mente es algo que "emerge"
y se separa ontológicamente del cuerpo. Estas críticas apelan a la realidad de
los "qualia"
y la consciencia dado que son directamente percibidos. Martín López Corredoira,
desde una posición materialista, sale al paso de esos argumentos: tales
percepciones son una pura ilusión, una fantasía, sueños sobre algo irreal.
Crítica de la filosofía del lenguaje al problema
mente-cuerpo
Todo intento
de resolver el problema mente-cuerpo se topa con serios problemas, en
particular problemas conceptuales. Cabe por tanto la posibilidad de rechazar el
problema mente-cuerpo como un falso problema. Esta posición es defendida hoy en día en particular
por la filosofía analítica, siguiendo a Ludwig Wittgenstein. Los defensores de esta posición explican que es un
error preguntarse cómo se ajustan los estados mentales y los biológicos. Más
bien debería aceptarse que los seres humanos pueden describirse de formas
diversas: por ejemplo, en términos mentales o biológicos. A juicio de la
tradición wittgensteniana los falsos problemas surgen cuando se intenta reducir
una forma de descripción a otra, o también cuando se emplea el vocabulario
mental en el contexto equivocado. Este es por ejemplo el caso cuando se buscan
estados mentales en el cerebro. El cerebro es, sencillamente, el contexto
equivocado para la utilización del vocabulario mental. La búsqueda de estados
mentales en el cerebro es, por tanto, un error categorial o una pura
confusión de conceptos.
En la
actualidad esta posición es defendida por intérpretes de Wittgenstein, como Peter Hacker. También Hilary Putnam, el iniciador
del funcionalismo, sostiene que el problema mente-cuerpo es un falso problema
que se disuelve acudiendo a Wittgenstein.
El naturalismo y sus problemas
La tesis del
materialismo es que la mente es algo material. El problema fundamental de esta
posición es que la mente tiene propiedades que ningún objeto material posee. El materialismo debe por tanto explicar
cómo puede ser que a un objeto material le correspondan, no obstante, esas
propiedades. A menudo se denomina al proyecto de acometer esta explicación
"naturalización de la mente". ¿Cuáles son las propiedades críticas?
Las más conocidas son las dos siguientes:
Qualia
Muchos estados
mentales tienen la propiedad de ser experimentados de maneras diversas. Lo esencial del estado mental dolor es,
evidentemente, que hace daño. Pero ¿de dónde viene esa experiencia (los qualia)? En un
estado neuronal o funcional nada indica que vaya acompañado de una experiencia
de dolor. A menudo el argumento se formula también como sigue: los
acontecimientos cerebrales no pueden (aún) explicar, por qué se dan
acompañados de las vivencias correspondientes. ¿Por qué muchos procesos
cerebrales tienen lugar con un destello en la conciencia? No parece posible
explicarlo.
Parece, no
obstante, que las ciencias deberían explicar esas vivencias. Esto se deduce de
la lógica de las explicaciones reductivas. Si pretendo explicar reductivamente un fenómeno (p.e., agua), he de
explicar también por qué tiene el fenómeno todas las propiedades que tiene
(p.e., fluidez, transparencia). En el caso de los estados mentales eso
significa que habría de explicarse por qué tienen la propiedad de ser
experimentados de determinada manera.
Intencionalidad
Archivo:John
Searle Mexico 2005.JPG
John Searle, uno de los filósofos de la mente más influyentes
(2005).
La intencionalidad describe la
capacidad de los estados mentales de estar dirigidos hacia o encontrarse en
relación con algo, lo
que hace también que puedan asignárseles valores de verdad. Esto significa que
las ideas pueden ser
verdaderas o falsas. En principio esto puede no tener nada de extraño; sin
embargo, cuando se pretende reducir las ideas a procesos naturales surge un
problema: los procesos naturales no son verdaderos o falsos, simplemente
suceden. No tendría sentido decir que un proceso natural es verdadero o falso.
Pero las ideas o los juicios mentales son verdaderos o falsos, ¿cómo pueden
entonces las ideas ser procesos naturales?
La posibilidad
de asignar a las ideas valores de verdad se debe a que las ideas apuntan a
hechos. Así, por ejemplo, la idea de que Heródoto fue
historiador se refiere a Heródoto y al hecho de que fue historiador. Si se da
el hecho, la idea es verdadera; de lo contrario, es falsa. Pero ¿de dónde
procede esta relación? En el cerebro se producen únicamente procesos
electroquímicos y estos parecen no tener nada que ver con Heródoto.
La filosofía de la mente y las ciencias de la naturaleza
Los humanos
son seres corporales y, como tales, pueden ser descritos por las ciencias naturales. Puesto que los procesos mentales no son independientes
de los procesos corporales, la descripción que las ciencias de la naturaleza
hacen de los humanos jueguen un importante papel en la filosofía de la mente.
Aquí son relevantes todas las disciplinas que describen procesos relacionados
con lo mental. En consecuencia, la lista de las ciencias relevantes es larga: biología, informática, ciencia cognitiva, cibernética, lingüística, medicina, farmacología, psicología, etc.
(Neuro-)biología
El trasfondo
teórico de la biología, como sucede en las ciencias naturales modernas en general, tiene un planteamiento materialista. Objeto de
estudio son en primer lugar los procesos físicos, que son
contemplados como fundamento de la actividad mental y de la
conducta. El éxito creciente de la biología en la
explicación de los fenómenos mentales se entiende sobre todo por la ausencia de
refutación del supuesto fundamental: no hay "ningún cambio de los estados
mentales de una persona sin un cambio en su cerebro".
Dentro de la
neurobiología hay diversas disciplinas que se ocupan de la relación entre los
procesos mentales y los físicos:
- La fisiología sensorial investiga la relación entre los procesos de percepción y estimulación.
- La neurociencia cognitiva correlaciona los procesos mentales con
los procesos neuronales.
- La neuropsicología describe la dependencia de las facultades mentales
respecto de regiones cerebrales concretas.
- Por
último, la biología, mediante su planteamiento evolucionista, muestra que el sistema nervioso humano, en cuanto
base de la mente, se ha ido desarrollando tanto ontogenética como filogenéticamente a partir de estadios previos más simples.
El progreso metodológico de las neurociencias, en
particular la introducción de los procedimientos de monitorización, condujo en años pasados de manera creciente a la
elaboración de ambiciosos programas de investigación: en la agenda se encuentra
el descubrimiento y comprensión de los procesos neuronales
correspondientes a las funciones mentales (V. tb.: correlato
neuronal). Unos pocos
neurobiólogos, como Emil du
Bois-Reymond y John Eccles han negado la
posibilidad de una "reducción" de los fenómenos mentales a procesos cerebrales, en parte por
razones religiosas. Hoy en día, el neurobiólogo y filósofo Gerhard Roth defiende una
forma del, así denominado por él, "materialismo no reductivo".
Informática
La informática
se ocupa del procesamiento automático de informaciones (o al menos
de sistemas físicos de símbolos a los que se asigna información), tal como
hacen las computadoras. Desde su comienzo, las computadoras han sido capaces
de desarrollar acciones para las que una persona necesita su mente. Un ejemplo
es la multiplicación. Pero está claro que las computadoras no utilizan una
mente para multiplicar. ¿Podrían, no obstante, llegar algún día a tener una
mente? Esta pregunta ha experimentado un enorme impulso con las investigaciones
en el campo de la inteligencia artificial (IA).
En la IA hay
que distinguir entre un programa de investigación modesto y otro más ambicioso:
es la distinción de John Searle entre la IA débil y la fuerte. La IA débil tiene por
único objetivo simular estados mentales, sin pretender por ello que las
computadoras tengan realmente conciencia, etc. El objetivo de la IA fuerte, por
el contrario, es una computadora con conciencia. La IA fuerte se remonta al
pionero de la computación Alan Turing. Como respuesta a la pregunta "¿Pueden pensar
las computadoras?" él formuló el célebre test de Tring. Turing pensaba que
una computadora podría pensar cuando en un "chat" fuera
indistinguible de una persona. El test de Turing ha recibido muchas críticas,
entre otros de John Searle, con su experimento mental de la "habitación china". Por lo demás, queda aún sin respuesta la pregunta
acerca de una posible sensibilidad (qualia) de las computadoras o robots. En
este punto la mayoría de los informáticos son poco optimistas.
Algunos
científicos del campo de la informática creen en la actualidad que su
especialidad puede aportar una nueva contribución al problema mente-cuerpo.
Suponen que a partir de la acción recíproca entre software y hardware, que se
produce en toda computadora, es posible que algún día se puedan descubrir
teorías que nos ayuden a comprender la acción recíproca entre la mente humana y
el cerebro.
Psicología
La psicología
es la ciencia que investiga directamente la conducta y los procesos mentales.
Investiga en concreto estados mentales como la alegría, el temor o las
obsesiones. La psicología investiga ahí las leyes que ligan los estados
mentales entre sí o con el input y output de las personas.
Ejemplos de
esto nos los proporciona, por ejemplo, la psicología de la percepción. Esta ha descubierto principios generales de la percepción de las formas. Una ley de
la psicología de la forma dice: los objetos que se mueven en el mismo sentido
se perciben como relacionados entre sí. Esta ley describe una relación entre el
input visual y los estados perceptivos mentales. No obstante, esto no
dice aún nada acerca de la naturaleza de los estados perceptivos. Las leyes
descubiertas por la psicología son compatibles con todas las respuestas al
problema mente-cuerpo ya descritas.
Consecuencias de la filosofía de la mente
Hay
incontables temas que se ven afectados por los resultados de la filosofía de la
mente. Claros ejemplos de ello son la naturaleza de la muerte y su carácter
definitivo, la naturaleza de las emociones, de la percepción y de la memoria. También la
cuestión acerca de qué es una persona y en qué
consiste su identidad tiene mucho que ver con la filosofía de la mente. Hay
dos temas que, en conexión con la filosofía de la mente, han despertado
especial atención: la libertad y el yo.
Libertad
En el contexto
de la filosofía de la mente la cuestión acerca de la libertad de la voluntad se plantea
con renovada intensidad. Esto es así al menos para materialistas y deterministas. Según ellos,
las leyes naturales determinan por completo el curso que sigue el mundo
material. Los estados mentales –también por tanto la voluntad humana– serían,
en virtud de ello, estados materiales. De modo que la voluntad y el actuar
estarían completamente determinados por las leyes naturales. Algunos llevan la
argumentación un poco más lejos: las personas no pueden determinar por sí
mismas lo que quieren y hacen. En consecuencia, no son libres.
Esta
argumentación es rechazada, por una parte, por los compatibilistas. Estos señalan que la pregunta "¿Somos
libres?" sólo puede responderse una vez se ha concretado qué se quiere
decir con "libre". Y, así sigue su argumentación, no se debería
identificar libertad con indeterminación. Con libertad debería significarse más
bien el querer y actuar según el mejor saber y entender. En este sentido la
persona puede también ser libre aun cuando el determinismo sea cierto. El
compatibilista más conocido de la historia de la filosofía fue David Hume. Hoy en día
esa posición es defendida, por ejemplo, por Daniel Dennett
No obstante,
hay también incompatibilistas que opinan que la voluntad de las personas es libre.
Estos filósofos afirman que el curso del mundo no está completamente
determinado por las leyes naturales: al menos la voluntad no ha de estarlo y,
por tanto, es potencialmente libre. El incompatibilista más conocido de la
historia de la filosofía fue Immanuel Kant. Los críticos con esta posición acusan al
incompatibilismo de emplear un concepto de libertad incoherente. Argumentan de la siguiente manera: si nuestra voluntad
no está determinada por nada, entonces queremos lo que queremos por pura casualidad. Y si lo que
queremos es puramente casual, no somos libres. De manera que si nuestra
voluntad no está determinada por nada, no somos libres.
Yo
Por lo demás,
la mente ha tenido importantes consecuencias para el concepto de yo. Si por "yo" se entiende el núcleo esencial
inmutable de una persona, la mayoría de los filósofos de la mente afirmarán que
no existe tal cosa. La idea de un yo como núcleo esencial inmutable surge de la
idea platónica de un alma inmaterial "invisible" pero que se halla dentro de
nosotros y de todos los seres vivos del planeta, ya sea animales o plantas. Tal
idea es inaceptable para la mayoría de los filósofos actuales, debido a sus
presupuestos materialistas. No obstante, a la luz de los resultados empíricos
de la psicología del desarrollo, la biología del desarrollo y la neurociencia, tampoco la idea de un núcleo
esencial material constante –plasmado, por ejemplo, en un área
invariable del cerebro– parece plausible.
En vista de
este problema, algunos filósofos afirman que deberíamos dejar de hablar de un
yo. De todos modos esta es una posición minoritaria; más extendida está la
opinión siguiente: por "yo" no debería entenderse un núcleo esencial
inmutable, sino algo que se encuentra en permanente cambio. Un conocido
defensor de esta postura es Daniel Dennett.
Conclusión
En general, la
denominación Filosofía de la mente es el conjunto de reflexiones filosóficas
acerca de la naturaleza de lo mental, la relación mente-cerebro, y una serie de
temas filosóficos similares, como es el referido a la naturaleza del
conocimiento mental, y como consecuencia la naturaleza de la realidad. Es
decir, con motivo de la vuelta al interés por lo mental.
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